En un contexto marcado por el debate mediático sobre la violencia en las aulas y el acoso escolar, DIAGONAL habla con el profesor Julio Rogero. El objetivo, reflexionar sobre la práctica pedagógica.
DIAGONAL: Además de recoger las cifras del fracaso escolar facilitadas por el Ministro de Educación (el 30% del alumnado no se titula en ESO), en las últimas semanas los medios de comunicación han destacado los resultados del informe Violencia y acoso escolar en España, según el cual uno de cada cuatro alumnos es víctima de maltrato en las aulas. ¿Cómo analiza esta realidad?
JULIO ROGERO: El problema central en la escuela es que seguimos anclados en una concepción educativa que nace en el siglo XIX y que da respuesta a las necesidades de ese momento. Nuestra sociedad ha cambiado sin que la dinámica en las aulas haya sido transformada. Hoy los problemas que seguimos achacando a los chicos, como el fracaso escolar, la violencia, la desmotivación, el descenso en el nivel de conocimiento, etc, son manifestaciones de una coyuntura determinada. Esta escuela no responde a los retos que tiene planteados la sociedad actual. La actitud violenta de los chicos es la manifestación de una rebelión inconsciente, porque la oferta educativa no les da respuesta.
D.:Vivimos en una cultura audiovisual en la que los referentes se alejan de los formatos tradicionales...
J.R.: Así es, y la escuela no se sitúa ahí. Vivimos en la cultura de la imagen, las nuevas tecnologías y la comunicación. Y sin embargo, la escuela sigue teniendo como elemento base la cultura del texto; un formato que tiene una raíz ligada a la cultura del texto sagrado en el que se encuentra la verdad, el saber y la autoridad. En esta línea, el libro de texto transmite la verdad de la ciencia y del conocimiento. Creemos que este planteamiento es un error. Es necesario utilizar otras herramientas dinámicas que faciliten la interacción y que no se centren en proponer sólo información. La escuela debería ser el espacio de organización del conocimiento, de transformación de la información. El sistema educativo nos ha de facilitar la organización de currículos personales con el objeto de estructurar cabezas y corazones bien hechos, no bien llenos.
D.: ¿Qué actitud manifiesta en general el cuerpo docente ante esta necesidad de cambio?
J.R.: En general, existe un déficit formativo. Los docentes deberíamos mantener la búsqueda del interrogante más allá del aprendizaje, también necesario, de nuevos planteamientos en el campo de la ciencia y de las nuevas tecnologías.
D.: Desde los movimientos de renovación pedagógica siempre se ha defendido que la LOGSE fue una ley que propuso con acierto esa necesidad de transformación en la concepción educativa...
J.R.: No obstante, aunque la formulación de esta ley planteaba la renovación profunda del sistema educativo, los desarrollos finales dieron marcha atrás sobre las propuestas positivas del nuevo cuerpo legal. Una reforma educativa, por muy progresista que sea, fracasa si el profesorado y los padres no cambiamos nuestra mentalidad. Los sistemas educativos proponen reformar la educación, pero no hay nadie que se plantee reformar el pensamiento. Es necesario plantear una transformación profunda del profesorado, cambiar radicalmente nuestros esquemas mentales y nuestras visiones de la sociedad. La escuela sigue anclada en los paradigmas dominantes basados en las visiones cartesianas y newtonianas que entienden el mundo como una máquina. Esto provoca una separación de los campos del conocimiento por asignaturas. Éste es uno de los grandes dramas de la escuela. Para entender la sociedad globalizadora en la que vivimos es necesario abordar el estudio desde la interdisciplinariedad y el entendimiento más allá de la razón.
D.: ¿En qué medidas la LOE obstaculiza este avance?
J.R.: La nueva ley es inmovilista, se encuentra atrapada entre la LOGSE y la LOCE. Debería haber sido valiente para haber desarrollado los elementos positivos de la LOGSE, en una perspectiva de avance. Sin embargo, toma elementos de la LOGSE y muchos de la LOCE.
D.: ¿Qué alternativas proponéis desde Escuela Abierta al nuevo marco normativo?
J.R.: Entre otras, la creación de un cuerpo único de enseñantes formado en el ámbito ciéntifico y pedagógico. Es necesario que la formación del profesorado de Primaria y Secundaria sea equivalente en titulación aunque específica en función de su área de trabajo. Además, es necesario acabar con esta escuela selectiva en la que el fracaso escolar es su síntoma más evidente.
La educación como motor de la transformación
Los días 22, 23 y 24 de septiembre se celebró en Getafe el XXVI Encuentro Escuela de Verano que organiza Escuela Abierta. Su labor constituye un referente en la innovación educativa. “La labor de educar. Certezas e incertidumbres” dio título a unas jornadas que como cada año, pretenden reflexionar sobre la práctica pedagógica en el nuevo contexto social. “La escuela actual corre el riesgo de producir sujetos sujetados; de hecho, se está convirtiendo en la escuela del capitalismo total que ha absorbido nuestras vidas para privatizarlas”. La contundencia de las palabras de Julio Rogero constata la necesidad de seguir construyendo un marco educativo “inclusivo que evite la marginalidad del alumnado”. En esta línea trabaja desde hace casi 30 años la asociación que preside. Junto a Acción Educativa y Alharilla, Escuela Abierta desarrolla en el marco del movimiento de renovación pedagógica de la Comunidad de Madrid una labor centrada en tres ámbitos de trabajo: “Defensa de la escuela pública, construcción de una escuela crítica motor de la transformación social y formación permanente del profesorado desde esta visión movilizadora”.